PINTURA RUPESTRE CUEVA ALTAMIRA
A través del tiempo, el hombre se ha definido como un ser simbólico, en busca permanente de poderse expresar con sus congéneres, y, para ello ha tenido que simbolizar la realidad, representarla a través de signos o valerse de señas para referir en muchos casos, a esa realidad desde un nivel más personal, se pueden encontrar vestigios en los estudios elaborados en Canadá por C. LEVI STRAUS en su obra “DE LA MIEL A LA CENIZAS”, en la simbología de los tótems, como también de la pintura rupestre encontradas en las cavernas, las cuales admite , como formas de expresión de los pueblos primitivos, “El “arte prehistórico” se convierte así en una categoría definida por su asociación a formas de representación grafica ligadas a una supuesta carga simbólica en grupos que no practican la escritura”(Chapas Brunet, Teresa. 2000).
La escritura, como hoy es conocida, surge de estos signos: nudos, líneas geométricas, pictogramas…A partir de ellos, el hombre acumula un sistema gráfico, una selección ordenada y calculada de indicadores que le permite objetivar y materializar, estados de ánimo y pensamientos. Hay que subrayar que, en esta forma primitiva de escritura, la relación entres signo y significado es naturales es decir, no existe distinción entre lo contemplado y lo leído, entre lo que se observa y lo relatado, la mirada y el lenguaje se entrecruzan para comunicar algo, para simbolizarlo.
Por lo anterior se puede considerar al Arte como un lenguaje, plasmado en el objeto de arte. El objeto de arte presenta un proceso de elaboración o conformación de un objeto material que, de acuerdo a la forma que recibe, expresa y comunica el contenido espiritual de manera objetiva. El hombre por medio del objeto de arte satisface sus necesidades estéticas de conocimiento, manifiesta su ideología, su subjetividad, su visión de la realidad. El objeto de arte le permite objetivar el vínculo existente entre su personalidad, la estructura cultural de la época y el medio social al que pertenece que de alguna manera lo condiciona, pero al que puede llegar a modificar.
Al estudiar la literatura como arte, hay que considerar que ésta se expresa en un lenguaje especial, el cual se superpone sobre la lengua natural como un sistema secundario. Por eso la definen como un sistema modelizador secundario. Decir que la literatura posee su lenguaje, lenguaje que no coincide con la lengua natural, sino que se superpone a ésta, significa decir que la literatura posee un sistema propio, inherente a ella, de signos y de reglas de combinación de éstos, los cuales sirven para transmitir mensajes peculiares no transmisibles por otros medios. Por consiguiente, no se puede identificar el lenguaje del arte con el concepto tradicional de la forma. Es más, al recurrir a una determinada lengua natural, el lenguaje del arte hace que sus aspectos formales sean portadores de contenido.
En el texto artístico verbal no sólo los límites de los signos son distintos, sino que el concepto mismo de signo es diferente. Por lo tanto, hay que señalar que los signos en el arte no poseen un carácter convencional, como en la lengua, sino icónico, figurativo. Se comprende que, en estas condiciones, se produzca en el texto artístico la semantización de los elementos extrasemánticos (sintácticos) de la lengua natural. En lugar de una clara delimitación de los elementos semánticos se produce un entrelazamiento complejo: lo sintagmático a un nivel de la jerarquía del texto artístico se revela como semántico a otro nivel. En consecuencia se empieza a hablar de la plurisignificación o pluralidad de los códigos del texto artístico, pues al poseer la capacidad de concentrar una enorme información en la “superficie” de un pequeño texto, el texto artístico posee otra peculiaridad: ofrece a diferentes lectores distinta información, a cada uno a la medida de su capacidad; ofrece igualmente al lector un lenguaje que le permite asimilar una nueva porción de datos en una segunda lectura. Se comporta como un organismo vivo que se encuentra en relación inversa con el lector y que enseña a éste. Se trata de que, en una serie de casos, el receptor del texto se ve obligado no sólo a descifrar el mensaje mediante un código determinado, sino también establecer en qué “lenguaje” está codificado el texto.
El hombre para crear su obra artística, se inspira y juega con el lenguaje dentro de una dialéctica metafórica, donde el lenguaje se connota y cambia su significado literal, para dar paso relevante a el lenguaje artístico, que tiene como propósito el mundo estético, el significado como dice Jakobson, “se encuentra en el código mismo, en el lenguaje mismo”, y el autor no puede sacrificar su obra por el significado del contenido. Pero por ello, no se puede decir, que la obra de arte no sea lenguaje comunicativo, es otra forma de lenguaje que a partir del mundo estético expresa la interioridad de su autor, la forma en que éste percibe el mundo, o la muestra de su ensoñación para hacernos referencia a mundos posibles.
BIBLIOGRAFÍA
VIGOTSKY, L.S, “Imaginación y el arte en la infancia” (ensayo psicológico). Bs. As. Akal, 1982
Yuri M. Lotman, Estructura del texto artístico, Madrid, Istmo, 1982, pp. 17-46